Diosito de mi vida, la verdad que cuando cree este nuevo blog no pensé que sería un fracaso (por parte mía) tan grande. Confiaba en escribir casualmente, pero hace casi un año que coge polvo. Y es una pena porque echo de menos el publicar pensamientos e ideas y la extraña libertad que ello conlleva.
Pero lo cierto es que este parón artístico se corresponde, como desde antiguo saben las musas, a la vida de uno. Sin inspiración, sin acontecimientos que despierten emociones, sin hechos y sensaciones, no hay nada que motive al escritor a desenfundar la pluma. El día a día te atrapa y miras atrás y ves un año dedicado exclusivamente al trabajo, al League of Legends, al porno y a los libros. En ese orden. A penas sí he tenido experiencias sociales, menos aún malos polvos, que dignen mención en letras escritas. Es extraño, porque estas condiciones crean unos sentimientos inesperadamente confusos y contradictorios. Por una parte, quizá más racional, están la melancolía y el miedo a un obvio desenlace de falta de cordura. Pero por otro lado, surge la creencia, quizá por pura supervivencia, de que está extrema sociopatía que te envuelve es una suerte que te deja ver lo que otros no pueden si quiera comprender. Y, sinceramente, creo que la realidad es un conjunto de todo ello, representado fielmente por el pez que aletea fuera del agua. Lo gracioso es que al final la sociedad es eso, todos unos bancos desesperados en un mar seco.
Francamente, me gustaría comprometerme a subir un texto cada una o dos semanas, aunque ello supusiera hablar de temas más banales que convirtieran esto en un batiburrillo de excentricidades. Claro que peor de lo abandonado que está no puede estar. No sé, nos vamos viendo. Ya si eso te llamo, guapa.